miércoles, 12 de noviembre de 2008

DISCURSO DE BENEDICTO XVI AL FÓRUM CATÓLICO MUSULMAN

Soy consciente de que musulmanes y cristianos tienen planteamientos diferentes sobre las cuestiones que afectan a Dios. Sin embargo, podemos y tenemos que ser adoradores del único Dios que nos ha creado y que se preocupa de cada persona en todas las partes del mundo. Juntos tenemos que mostrar, con el respeto recíproco y la solidaridad, que nos consideramos miembros de una sola familia: la familia que Dios ha amado y reunido desde la creación del mundo hasta el final de la historia humana
Para los cristianos, el amor de Dios está ligado de forma inseparable al amor a nuestros hermanos y hermanas, a todos los hombres y mujeres, sin distinción de raza o cultura. Como escribe san Juan, "si alguno dice: 'Amo a Dios', y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve" (1 Juan 4, 20).

La tradición musulmana es también muy precisa al alentar al compromiso práctico en favor de los más necesitados y recueda precisamente la propia "regla de oro": vuestra fe no será perfecta si no hacéis a lo demás lo que queréis para vosotros mismos.

Rezo para que el Fórum Católico-Musulmán, que ahora está dando sus primeros pasos con confianza, pueda convertirse cada vez más en un espacio de diálogo y que nos ayude a recorrer juntos el camino hacia un conocimiento cada vez más pleno de la Verdad. Este encuentro es también una ocasión privilegiada para comprometernos a favor de una búsqueda más profunda del amor a Dios y del amor al prójimo, condición indispensable para ofrecer a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo un servicio auténtico de reconciliación y de paz.

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